A Katie le diagnosticaron un tumor cerebral que acabaría con su vida, pero Katie nunca perdió la sonrisa y se enfrentó con valentía a sus sesiones interminables de quimioterapia aguantando todos sus efectos colaterales. Un día, en su iglesia, su padre se dio cuenta que la niña se quedaba mirando sonriente una zona de las vidrieras que en su diseño se parecía levemente a RD-D2 y se le ocurrió la idea de construirle uno para que le hiciera compañía y la cuidase como el original lo hacía con Amidala.
Su padre, miembro fundador de la Legión 501, la mayor asociación de cosplayers de stormtroopers, pidió ayuda al club de fabricantes de R2 para hacer ese sueño realidad. Todo el mundo se volcó y el mayor constructor de droides, Jerry Greene, ayudó personalmente en esta empresa. Lo construyeron a imagen y semejanza de R2-D2 pero con los apliques de color rosa, color favorito de Katie, en lugar del azul clásico, y lo llamaron R2-KT, en honor a su dueña, Katie. Todo el mundo trabajó muy duro y entregaron el droide mucho antes de lo previsto, para que la niña pudiera disfrutarlo el mayor tiempo posible.
Desgraciadamente a los pocos meses Katie murió, pero a sus padres no se les ocurrió mejor manera de honrarla que hacer una fundación que tuviera por emblema a R2-KT.
Desde el 2005 el droide se dedica a viajar de convención en convención recaudando dinero para los niños enfermos de cáncer. Se ha hecho tan popular que incluso ha aparecido en algún que otro videojuego de Star Wars y en la película Star Wars: The Clone Wars (la de animación) y George Lucas la ha (porque es un droide chica) conocido en persona.
